Muchas generaciones crecimos viendo una gran mancha verde al lado sur oriental del mapa de Colombia, pero si la política económica y ambiental del país sigue privilegiando el extractivismo, tolerando la deforestación, promoviendo e incluso legalizando la ocupación de baldíos (*ver: Las falacias de la Ley Zidres – Oxfam), los que hoy son niños van a crecer con un mapa muy diferente.
Aunque el Amazonas es un lugar exuberante, también es muy frágil y hasta el día de hoy no existe ninguna actividad exctractivista que pueda convivir en equilibrio con las dinámicas socioambientales que allí se desarrollan. Es por eso que muchos creemos que el mejor destino para esta región es la Conservación, pues aún cuando se aumentaran las áreas protegidas y se garantizara su existencia, es muy probable que los diversos ecosistemas que el Amazonas alberga no estén en capacidad de sobrevivir a la deforestación.
Está demostrado que los suelos de la región amazónica son pobres en nutrientes. Según el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas – SINCHI:
«En términos generales los suelos de la amazonia colombiana, son químicamente muy pobres y físicamente muy susceptibles al deterioro, la capa orgánica es una capa delgada de hojarasca y residuos vegetales en distinto grado de descomposición, pero que se constituye en la fuente y reserva mas importante de nutrientes para las plantas, y actúa a la vez como capa amortiguadora o protectora del suelo ante agentes o procesos erosivos«
Lo que esto quiere decir es que la fertilidad de los suelos amazónicos depende directamente de las hojas que caen de los árboles, y en consecuencia son muy poco aptos para la agricultura o ganadería. Una vez deforestada la selva, la utilidad del suelo amazónico se reduce a un par de años antes de iniciar el proceso de desertificación.
Las cifras oficiales de deforestación en Colombia son alarmantes, peor aún si se tiene en cuenta que desde hace varios años la región Amazónica es la más afectada (Caquetá, Meta, Putumayo, Guaviare). Según el SINCHI y el IDEAM, el promedio anual de deforestación en Colombia en diez años (1990 – 2010) es de 310.350 hectáreas, de las cuáles el 41% se presentó en la Amazonía. Esto quiere decir que en Colombia se perdieron cerca de 3 millones 100 mil hectáreas en una década.
Pero la situación ha empeorado, pues a partir del año 2014 la cifra de deforestación en Colombia y el porcentaje de deforestación en la región amazónica se han disparado y no dejan de aumentar. En el 2017 se perdieron 219.973 hectáreas de bosque, de las cuáles el 65.5% correspondieron a la Amazonía (El Tiempo) y según el ministro de ambiente Ricardo Lozano en el año 2018 la cifra habría aumentado a 280.000 hectáreas. En la última alerta del IDEAM entre octubre y diciembre del 2018 el 75,5% de la deforestación se habría concentrado en la región Amazónica.
La Amazonía colombiana tiene una extensión de 38’020.000 hectáreas que corresponden al 41% del territorio nacional y el Parque Natural Nacional Amacayacu, uno de los más reconocidos de la región, tiene 293.500 hectáreas. Si se mantiene la meta de deforestación planteada por el actual gobierno, es decir unas 879.892 hectáreas en 4 años y se proyecta que el 75% se presentarían en la región Amazónica, estaríamos hablando de una pérdida de 660.000 hectáreas de selva equivalentes a más de dos veces el área del Parque Natural Nacional Amacayacu.
Como muestran los mapas de deforestación del IDEAM, es muy importante anotar que la frontera de degradación se presenta en el borde y no al interior del amazonas, donde no hay infraestructura y las vías de acceso son restringidas, lo cual hoy se constituye en la principal protección de la selva amazónica del país.
En Bolivia, Brasil y Perú* donde existen vías de acceso dentro del Amazonas, a los Estados les ha quedado imposible contener o controlar las actividades que serían las mayores amenazas para la Amazonía: tala, tráfico de flora y fauna, minería de aluvión, agroindustria, actividad petrolera, cultivos extensivos de coca, ganadería, entre otros.
En Colombia existen varias amenazas de construir carreteras en regiones amazónicas, las cuáles varios expertos ven con muy malos ojos, pues detrás del conflicto entre los habitantes que ansían el desarrollo de sus regiones y las posturas de conservación, está el argumento de que los suelos amazónicos no tienen vocación agropecuaria y al inclinarse por la conservación de la selva y sus ecosistemas asociados, se está garantizando mitigar los efectos negativos del cambio climático en la región y en el mundo. Ver: La carretera amazónica que tiene aterrorizados a los científicos colombianos, tres carreteras que amenazan al pulmón más grande del mundo.
La meta de deforestación propuesta por el gobierno del presidente Duque preocupa porque plantea mantener a lo largo de los cuatro años de su gobierno la cifra más alta de deforestación de la última década (2010 – 2020), lo cuál ha sido entendido por varios sectores como una posición laxa frente a aquellos que tienen intereses extractivistas en el Amazonas colombiano, como por ejemplo la de Nebio Echeverry, el hoy gobernador del Guaviare, que de manera abierta y sin tapujos ha mostrado su interés por deforestar la selva amazónica e incentivar la agroindustria. Al respecto la posición del Instituto Humboldt ha sido enfática, existe suficiente evidencia científica que demuestra que sería un error, los suelos amazónicos no tienen vocación para actividades agropecuarias.
Ver: Instituto Humboldt acusa a gobernador de Guaviare de querer «destruir» la selva Amazónica.
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